Cuatro integrantes de SAMIGE describen el papel que ocupan las mujeres en esta rama de la ciencia, destacan la importancia de incentivar el interés por la ciencia en la niñez y resaltan la necesidad de seguir trabajando en la igualdad de género en el sistema científico.
Cada 11 de febrero se conmemora el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. La fecha fue establecida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2015 y tiene como objetivo reconocer y visibilizar el trabajo de las científicas y promover la igualdad de género en el ámbito científico.
Según la ONU, la igualdad de género en el ámbito de las ciencias es crucial para construir un futuro mejor para todas las personas. Pero advierte que las mujeres y las niñas siguen enfrentándose a barreras y prejuicios sistémicos a la hora de emprender carreras científicas.
“En las estructuras de gestión de la investigación, la proporción de mujeres en puestos directivos sigue siendo desproporcionadamente baja”, sostiene la ONU. En tanto, remarca que las mujeres representan el 28 % de las personas licenciadas en Ingeniería y el 40 % de las licenciadas en Informática y Computación, y que en áreas de vanguardia, como la inteligencia artificial, uno de cada cinco profesionales (22 %) es una mujer.
Desde la Sociedad Argentina de Microbiología General (SAMIGE) dialogamos con cuatro socias de la institución, pertenecientes a distintas generaciones y de distintos puntos del país, quienes hablan del papel de las mujeres en el área de la microbiología en Argentina, del valor de incentivar las vocaciones científicas en la juventud y de la necesidad de seguir en la búsqueda de la igualdad de género en el sistema científico.

“Es importante destacar los roles de diferentes microbiólogas que lideran actualmente grupos de investigación, que han estado a cargo de institutos o que dirigen empresas en Argentina y sus funciones son faros para muchos/as investigadores. Seguramente sus actividades reflejan los trabajos de muchas microbiólogas que alguna vez fueron niñas valientes y curiosas, características que se mantienen en las tareas que desarrollamos día a día”, afirma Mariana Lanfranconi, doctora en Microbiología Ambiental y Biotecnología e investigadora adjunta del CONICET en el Instituto de Biociencias de la Patagonia (INBIOP), con lugar de trabajo en Comodoro Rivadavia (Chubut).
Por su parte, la licenciada en Biotecnología Agustina Ponso valora la solidaridad entre las científicas en el ámbito de la microbiología. “De mis compañeras de trabajo destaco el compromiso no solo con sus proyectos de investigación, sino también entre nosotras, siempre dispuestas a ayudar, debatir y compartir conocimientos, generando un ambiente colaborativo. También destaco la pasión con la que llevan adelante sus proyectos y la pasión con la que cuentan y divulgan lo que hacen”, comenta la becaria doctoral del CONICET en el Instituto Multidisciplinario de Investigación y Transferencia Agroalimentario y Biotecnológica (IMITAB), del CONICET y la Universidad Nacional de Villa María (UNVM), Córdoba.

Al mismo tiempo, en muchos espacios dentro del sistema científico, se debe continuar en la búsqueda de mayor igualdad. En este sentido, la doctora en Ciencias Químicas Tatiana Guendulain explica: “Un paso fundamental es reconocer y actuar sobre el hecho de que las mujeres seguimos estando subrepresentadas en muchos espacios del sistema de ciencia y tecnología. Por ejemplo, cuando se arman comisiones evaluadoras o de tesis, los nombres de científicas (especialmente de científicas jóvenes) suelen tardar en aparecer, lo que dificulta que podamos conseguir los antecedentes necesarios para acceder a cargos de mayor responsabilidad. Esta inequidad transversal perpetúa un círculo vicioso que, en última instancia, limita nuestro acceso a roles clave de toma de decisiones”.
“Para cambiar esto, tenemos que comprometernos a hacer el ejercicio de buscar esos nombres hasta que surjan naturalmente. En todas las áreas hay expertas con mucho para aportar; visibilizar y potenciar su trayectoria es una tarea urgente y necesaria. Garantizar la igualdad desde las primeras etapas de la carrera es un paso clave que la comunidad científica debe asumir para transformar el sistema y aprovechar todo su potencial”, completa la profesora asistente en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba e integrante del Centro de Investigaciones en Química Biológica de Córdoba CIQUIBIC, del CONICET y la UNC.

Respecto al valor de incentivar el interés por la ciencia en edades tempranas, la doctora en Ciencias Biológicas Claudia Studdert subraya que “la ciencia tiene un montón de atributos deseables que pueden contribuir favorablemente al desarrollo de niñas y niños, ya sea que más adelante estos chicos quieran o no dedicarse a la ciencia”, subraya Claudia Studdert, doctora en Ciencia Biológicas.
En esa línea, la investigadora independiente del CONICET en el Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL) -de la ciudad de Santa Fe- y profesora adjunta de la Universidad Nacional del Litoral amplía: “En primer lugar, el saber científico abreva en la curiosidad, que es una hermosa característica de los chiquitos, y se nutre mucho de la creatividad, al obligar a plantear posibles explicaciones y plantear diversas formas de poner a prueba esas explicaciones. Por otra parte, y lo que para mí es un tema muy importante, el abordaje científico de los interrogantes contribuye a desarrollar la objetividad y también la humildad y la flexibilidad (características a menudo ausentes en estos días), teniendo en cuenta que no siempre las explicaciones propuestas son consistentes con los resultados experimentales, y sabiendo también que conocimientos respaldados por larguísimo tiempo por toda la comunidad pueden resultar drásticamente modificados cuando aparecen nuevas observaciones o resultados”.
“Me parece muy rico para la formación de niñas y niños fomentar habilidades relacionadas a formular preguntas y buscar caminos honestos para encontrar las respuestas, así como desarrollar la capacidad de argumentación con compañeros o adultos que propongan respuestas alternativas. Y por supuesto, buscando también desarrollar las habilidades técnicas necesarias. Me parece un hermoso desafío, que niños y niñas seguramente podrán agradecer en el futuro”, agrega Studdert.

Por último, Lanfranconi resalta las actividades y acciones que se llevan adelante para difundir la ciencia y la investigación científica. “Las microbiólogas llegamos a toda la comunidad. Iniciamos con la niñez y la visita en colegios donde se maravillan y sorprenden del mundo invisible que pueden tener sus pequeñas manos resaltando la importancia del lavado. ¡Quién sabe si algo tan sencillo puede sembrar la semilla para una futura microbióloga! Continuamos con los estudiantes que decidirán el área de educación superior. A través de las jornadas de puertas abiertas en microbiología, pueden acercarse a ver qué hacemos los científicos y cómo aplicamos nuestros estudios en beneficio de la sociedad”, finaliza.